domingo, 11 de mayo de 2008

CUENTO CONTIGO. 1. El libro


Durante mucho tiempo he contado cuentos por el mundo.
Tengo la suerte de contar entre mis amigos con los mejores contadores de este país.
Son ellos los que me animan a publicarlos aquí. Los infantiles y lo de adultos.
Los infantiles son una colección para trabajar temas concretos; el chupete, dormir solo, el niño que no quiere comer.
Los de adultos son historias que empecé a escribir para mandar a mis amigos los domingos por la noche. Y durante años ha sido así.

EL LIBRO


Las cosas que no puedo decirte tambalean mi voz. Huracanean mi vida salteando cualquier sentimiento áspero o austero. Se quedan en mi garganta, sujetas por emociones que no puedo traducir. Anudadas a sueños insensatos que me animan a seguir adelante. Aplastadas por los gritos de mis compañeras. No me acostumbro a verlas allí, siempre de pie o siempre balanceándose. Pobres criaturas que viajan de monomanía en locura, sin pararse a descansar. Mi lógica intenta condensarse, pero enseguida se evapora, dejando el vaho inconfundible de la tristeza que está punto de desaparecer.
Estoy despojada de todo. De mi ropa. De mi vida. De ti. Sola, casi sin hálito.
No me dejan ni papel ni lápiz. Tengo que apisonar las palabras en mi cabeza, para que no se escapen, para ofrecértelas cuando nos volvamos a encontrar. He inventado un cajón donde guardo todas las palabras bellas, y luego las hilvano, una a una, con el hilo que da la desesperanza y el hastío.
Piensan que encerrándome aquí voy a renunciar a ti. Van a alerjame de este amor que creen enfermizo. Mis carcajadas se confunden con el murmullo de mujeres que lloran. Y me rió estrechándole la mano a la ironía. Separarme de ti. De lo único que me mantiene viva.
Son tus palabras las que me dan el aliento para sorber la sopa acuosa que presume ser de pollo. Para aguantar los arañazos que me tocan por azar, de alguien que me confunde con el ser más insospechado. Son tus palabras las que me desgarran el alma cuando no puedo hacerme comprender por los demás. Cuando intento explicar un amor que no atiende a razón. Son tus sabias palabras las que me hacen dibujar un camino para escapar de aquí y tropezarme contigo.
Mi madre viene a verme cada mañana. Sus ojos tristes intentan adornar alguna sonrisa, que opaca, me regala. Me acaricia el pelo, intentando acariciar también la idea de que pronto estaré en casa. Siento como su pena le coarta la vida, sin dejar de disfrutar de los años de madurez que debieron ser algo más que un premio. Me habla sin parar de las cosas cotidianas, del tiempo, del barrio. Siempre contiene las lágrimas al marcharse, pero sé que al apresurar su paso también lo hace su llanto.
Mi padre, cabizbajo, me coge la mano, la vergüenza no le deja levantar la cabeza. Sus ojos permanecen hundidos en la tierra, como si pudiese encontrar en ella las respuestas al mal que padezco. Buscando incansablemente, con prisa.
Pobre papá. Sus dedos manchados de tabaco se mueven nerviosos amasando algo imaginario que parece calmarle.
Nunca entenderá este amor que te tengo. Es cierto que eres mayor que yo. Que tu sabiduría me eclipsa. Pero te quiero. Y no puedo ni quiero obviarlo.
No olvidaré el primer día que te vi. Allí. En la biblioteca. No me fijé en ti. Hasta que mi compañera te vio primero. Tras oírte, lo que me contaste, lo que me enseñaste, me hizo nacer de nuevo con tanta fuerza que llegue a casa aguantándome las ganas de que llegará la hora de volver a verte.
Estabas allí. En el mismo sitio. Esperándome. Y ya te lleve conmigo. El tiempo que pasaba separada de ti me angustiaba tanto que creía no tener recompensa.
Fuimos juntos al cine, al teatro, a la playa, al campo, de compras, a cenar. No nos quedo ningún rincón que descubrir. Siempre juntos.
Mis amigas me acusaban de perderme cuando yo me desvivía por estar más bonita para ti. Encontrar un nuevo paraíso, un lugar para soñar. Me sentía tan llena que la vida me parecía el más bellos de los paisajes para pasear contigo en mi mano. No puedo olvidar cada tarde, cada minuto, cada sueño que tuve contigo. Has sido lo único que ha hecho chorrear de mi gotas de vida. Me hiciste sentir niña, mujer y deseada en un solo instante. Me hiciste sentir el sonrojo de la desnudez como un plato exquisito que hay que saborear despacio.
Mi hermana también viene a visitarme. No quiero verla. Me trae una caja de bombones, a los que han quitado el papel de colores que los envuelven. No los acepto. Quiero demostrarle así mi resentimiento. Mi ira contenida hacia ella. Por su culpa me veo aquí en estas cuatro paredes. No puedo perdonarle. Recuerdo como llamaba a mi madre para acusarme, para cambiar mi vida de esa manera tan áspera. La última noche que pasé contigo ella nos sorprendió. Desnuda en mi cama, te tenía entre mis piernas, gemiendo de placer. Mi sudor te empapaba. Cuando abrió la puerta no hizo falta más. Salió pegando un portazo, y lo siguiente que recuerdo es esta habitación, sin techo, sin aire, sin nada.
Al despertar una señora gruesa me llevo a visitar a un médico joven. Ocultaba sus ojos con unas lentes que milagrosamente se mantenían en la punta de su nariz.
Me miraba despacio, queriendo contener cada detalle de mi presencia. Me hizo mil preguntas que no alcance a responder, porque mi memoria estaba aturdida por alguna sustancia que me mantenía en un estado nebuloso.
Pero recuerdo sus palabras finales. Con aire autoritario afirmaba que el amor que mantenía no me hacía ningún bien. Que dañaba mi vida como una rosa que se ofrece con espinas. Dulce en la belleza pero peligroso en las astillas que podía dejarme clavadas.
Cada noche al acostarme, tras ingerir un número insensato de pastillas de diversos colores, rompo a llorar con ahínco. Lloro por ti. Por tu lejanía. Sé que no puedes venir. Sé que estoy perdida entre estas grises paredes. Lloro de impotencia por sentirme postergada. Lloro de frustración, por no hacerme entender. Lloro hasta quedarme dormida, con un hueco de ansiedad en el pecho, que me hace soñar cada día con algo más terrible que la pesadilla anterior. En igual estado me levanto. Hasta que los recuerdos poco a poco me devuelven a la vida, aportando un poquito de esperanza, recortando trozos de fantasía que remiendo con el pasado, tejiendo una alfombra que me lleve hasta el futuro. Contigo.
Loca. Sí. Posiblemente este loca. Loca de amor por ti. Pero me enamore de algo que me presentan imposible.
Me enamoré de un libro. De ti. Un libro lleno de palabras amables. Pero al fin y al cabo un libro. Posiblemente no seas el último libro que hagas perder la cabeza a alguien.
En esta cama quejumbrosa me pregunto si mi error fue enamorarme de un libro o dejar que me descubrieran...

3 comentarios:

  1. Una historia preciosa.
    Sigo tu blog con mucho interés.
    Y ahora con la música y los cuentos han ganado mucho.
    En la oficina hacemos apuestas a ver quién es el que te gusta más.
    Y con cual te quedas al final.
    Esperemos que con el mejor.
    El cuento nos ha encantado a mi y mi marido.
    Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Joder con el final.
    NO me lo esperaba niña. Que bonito.
    Me ha dejao helada.
    Te mandamos un beso desde Murcia
    (un cuentacuentos que no te llega a ti ni a la suela de los zapatos)

    ResponderEliminar
  3. Vaya final.
    Nunca lo hubiese imaginado.
    Me ha gustado mucho.
    Espero que pronto publiques otro.

    ResponderEliminar

Muchas gracias por tu comentario.
Me encanta saber que estas al otro lado y que me lees...

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails