viernes, 12 de junio de 2009

Plum cake de manzana




No me gustan las despedidas.
Es un momento que no acabo de resolver bien. Las sensaciones que me embriagan me remueven por dentro con tanto hastío que siento como si tuviera un millón de motitas de frustración pegadas al cuerpo.
Esta semana he tenido demasiadas despedidas. Gente que te ha acompañado un trozo del camino y que ahora cambia de rumbo.
Conocí a S. un día de diciembre.
Recuerdo la impresión que me llevé el primer momento que lo vi. Esos ojos tan negro que no articulaban palabra. Y que miraban con recelo mi casa, mi salón y a mí.
S. acababa de llegar a España. Un vecino, al que estuve ayudando con el español, me lo había casi, casi impuesto como alumno. Vendría una vez a la semana, quizás dos, para que le enseñara español.
Mi vecino era un chico joven, de unos 16 años. Cuando me dijo que dos amigos suyos necesitaban aprender español, que habían llegado de Nigeria, no me imaginé a esos dos roperos de dos por dos, ébano puro, que le doblaban la edad.
Y ya le había dicho que sí a mi vecino, ahora no podía echarme atrás.
Busque un alma caritativa, que por el módico precio de un trozo de bizcocho o un par de galletas, me hiciera compañía cuando estos alumnos estuvieran conmigo. Generalmente soy una chica valiente y confiada, pero pensé que siendo tan grandes y dos, no tendrían ningún problema en hacerme una calcomanía en un solo instante y decidí que más valía prevenir que pintar el piso de nuevo.
En la tercera clase ya tenía la confianza suficiente para estar sola.
S. venía cada día con un papel muy doblado. Lo estiraba en mi mesa muy despacio y me decía “dime si yo matar”. En ese papel apuntaba con faltas de ortografía las palabras que los compañeros de trabajo le decían para tomarle el pelo. Él que no conocía el idioma, las escribía para saber si alguna de aquellas palabras era un insulto a su persona.
Yo me reía muchísimo cuando leí “tonto” “cuajao” “ tomate” o cosas a sí. Ante mi risa el añadía “no tu no quieres que yo mate nadie eh tú mentirme, malas palabras”.
Enseñar tu idioma a otra persona es muy complicado, pero una experiencia muy bonita, sobre todo porque juegas con las palabras y vas siendo consciente de la intención que les damos.
Es muy difícil trasmitir los dobles sentidos, el saber popular, las costumbres.
Un día S. al mes de empezar las clases, vino con lágrimas en los ojos.
Su hermano, venía en patera y no llegaba. No sabía nada de él. Ante su angustia y no poder expresarse, le pedí que lo hiciera en su idioma. No le entendía, pero os juro que sentí cada palabra de dolor y de rabia como si supiera su significado. Estuvo mucho rato hablando entre llanto entrecortado. Y cuando terminó se abrazó a mí como un niño pequeño. Había guardado cada euro ganado para ir trayéndose a su familia, pero la llegada era muy dura.
Intenté ayudarle, visitamos varias ONG que nos guiaron en la búsqueda.
Ahí descubrí a un grupo de personas impresionantes. Personas que desinteresadamente ocupan sus horas para ayudar a los demás. Con una calidad humana que abrumaba, con un trato exquisito y una forma de vivir que me hizo sentir pequeña e insignificante.
S. no encontró a su hermano hasta 3 meses después, nada más y nada menos que en Francia.
Pero la alegría que tenía le hizo hilar todas las palabras en español de forma tan caótica que estuve riéndome como hora y media.
Ha sido muy divertido. A veces las clases se mezclaban con intercambios de humor, su risa por la mía. Y aprendió tanto y tan rápido que ya llegó la hora de la despedida.
Para la última clase, hice este pastel de manzanas.
Que devoró de una sola vez. Claro que midiendo 1`98 lo mismo no es mucho mérito.
Entre risas me decía “maestra este pastel está bueno, exquisito, fragante ( ni idea lo que quería decir pero como estaba tan lanzado…)
Ahora él se marcha a Francia con su hermano, buscando un trocito de futuro.
Cogerá su maleta, unos cuantos euros, su Ford fiesta desgastado y toda la ilusión del mundo por seguir luchando.
Y voy a echarle de menos, porque me ha hecho reír, me ha hecho pensar, superarme intentando encontrar las mejores respuestas. Me ha hecho aprender mucho más de lo que yo haya podido enseñarle.
Ya tiene nivel para leer estas líneas. Y me gustaría escribirle las palabras más bonitas del mundo. Juntarlas en un paquetito y que le acompañaran siempre. Para que las usara para abrirse camino.
Quisiera escribirle cuanto le admiro. Por ser tan valiente. Por no dejar que la vida le coja por sorpresa y salir corriendo hacia donde está su felicidad. Le admiro por que en esa lucha entran todos los que quiere.
S. llegó en una patera con 34 personas más. Con mucho frío y un hambre de catorce días. Con una fuerza inmensa y unas ganas enormes de que el mundo supiera que existía.
Yo, desde este salón donde hemos compartido tantas horas juntos le deseo lo mejor. Por justo lo mejor es lo que se merece.
Buena suerte.

Ingredientes:
(del libro de repostería de la thermomix)

2 manzanas

2 cucharadas de zumo de limòn

30 gr. de ron

200 gr. de mantequilla a temperatura ambiente

200 g. de azùcar

4 huevos

150 gr. de harina de reposterìa

80 gr. de harina de almendras

2 cucharaditas de levadura quìmica

1 pellizco de sal

1 cucharadita de canela en polvo

1 pellizco de pimienta molida

1 pellizco de clavo

Batir muy bien el azúcar con la mantequilla.
Añadir los huevos previamente batidos uno a uno, poco a poco.
Añadir la harina y la levadura.
Las harina de almendran y las especies.
Añadir la sal.
Triturar las manzanas y añadir a la mezcla anterior.
Horno a 180 grados 40 minutos.

4 comentarios:

  1. Me encantan tus historias, me haces olvidarme un poco de las cosas mas vanas por las que nos preocupamos, a veces sin motivo. Entiendo tu pena, pero el se va para mejorar, y tu has hecho muy bien tu tarea.Besos!! No dejes de escribirnos nunca!!

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  2. Genial. tu historía y tu Plum!
    saludos

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  3. Una historia conmovedora, linda y fragil como la vida misma y para guinda la acompañas con un pastel delicioso, como la persona que se lo comió; fuerte y a la vez fragil con sus sentimientos que no le cogen en el pecho y eso que es grande, y a la vez lleno de esperanza y superación por cambiar ese futuro, que abraza con la ilución de un niño y su deseo de una vida mejor.Estas son las cosas que marcan nuestro vivir. Que tengas un buen fin de semana.

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  4. No se si me gusta más tu relato o tu tarta.

    Creo que me quedo con el relato. La tarta puedo copiartela, jajajja.

    Un beso.

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Muchas gracias por tu comentario.
Me encanta saber que estas al otro lado y que me lees...

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